Por Zitamar Arellano Trueba
El tiempo que vemos en nuestros relojes y calendarios, como el idioma mismo, no es mas que un convencionalismo generalizado en el mundo. Esto es que si por alguna razón hubiese un acuerdo universal, podríamos estar hoy mismo en cualquier momento, sin diferencia de los demás, o celebrar el año nuevo en seis meses más.
Para tomar grandes acuerdos como convenir el día en el que vivimos, la humanidad ha debido pasar diversas etapas que han durado milenios. Todo comenzó desde que las primeras civilizaciones miraron hacia el cielo y encontraron en los astros un movimiento continuo, uniforme y repetitivo. Ese movimiento les hizo pensar que hay tiempo, y habiendo tiempo, se sometieron sin más dominio sobre él que el simple intento de medirlo lo mejor posible y ver que pase sin poder cambiar su infalible marcha.
EL PRIMER CALENDARIO DE NUESTRA CIVILIZACIÓN
Como resultado de revisar los astros, las primeras mediciones se hicieron por los babilonios y los chinos y posteriormente los egipcios.
Particularmente esta última cultura logró mediciones tan exactas que se cree que fueron ellos los que diseñaron el mejor calendario conocido hasta ahora, al que se le compara únicamente otro atino al otro lado del mundo: el calendario maya.
Pero la historia de nuestro calendario, por los devenires de la humanidad, contrario a la cercanía maya, se remonta al egipcio.
Los antiguos egipcios sabían que el año duraba 365 días y un cuarto adicional, según la trayectoria de la órbita terrestre alrededor del sol.
La tierra toma 365.25636 días para dar una vuelta alrededor del sol. Los egipcios estaban completamente enterados de este hecho, pues hay una evidencia irrefutable:
El Templo de Abu Simbel, dedicado al Faraón Ramses II, tiene localizado abajo su santuario, a 180 pies de distancia de la única apertura del templo , ahí hay una estatua del Faraón, entre otras estatuas. Los rayos del sol han iluminado su estatua, al lado de la de Amón, cada febrero el día 22 (el de su coronación) por más de 3 mil 200 años. Si la mínima fracción del día no se hubiese considerado, esa luz ya no daría en la efigie. Los astrónomos actuales encontrarían hoy en día un reto repetir esta hazaña.
Paralelamente a Egipto, se desarrolló el Imperio Romano. Los romanos habían diseñado igualmente su propio calendario, pero con muchísimas imperfecciones.
Ellos habían introducido, hacia el siglo VII a.C., un calendario en el que el año duraba 304 días divididos en 10 meses. En este calendario, el año comenzaba en marzo.
Pero el año romano era muy distinto al año solar, y sucedía que las estaciones no se repetían en las mismas fechas de un año para otro. Por eso, también en el siglo VII a.C. se decidió añadir dos meses más, Enero y Febrero, al final de cada año.
Los nombres de los meses que usamos aún hoy en día, nacen de la mitología romana, que más adelante precisamos, pero basta decir que Marzo era el primer mes y luego venían el resto en el orden que hoy lo conocemos.
Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis, Sextilis, September, October, November, December, Ianuarius y Februarius. Esto es, el año romano comenzaba en marzo y terminaba en febrero.
Así, el calendario quedó compuesto por doce “meses lunares”, los llamaban así porque la duración de un mes era el tiempo transcurrido entre dos lunas llenas, igual cerca de 29 días y medio, que ellos calcularon mejor en 30 días.
Siglos después, cuando Julio Cesar vino a Egipto en 48 a.C., el calendario egipcio le impresionó por su exactitud y comisionó al astrónomo Sosigenes, de Alexandría, diseñar un calendario para su introducción en el Imperio Romano. Esto dio lugar al Calendario Juliano, nombrado así en honor de Julio César, de 365 días al año y a 366 días cada año bisiesto.
El imperio romano se guió por el Calendario Juliano que entró en vigor el 1° de enero del año 45 a.C. y corregía todos los errores que se tenían con el antiguo. El nuevo calendario fue establecido en todo el Imperio Romano y efectivamente resolvió los problemas que se tenían; sin embargo Julio César pudo disfrutarlo muy poco pues fue asesinado apenas al año siguiente de haber entrado en vigor.
En esos tiempos hubo una gran confusión, pues para entonces, el calendario romano tenía tres meses de distorsión con el Juliano y había que hacer un ajuste para todos.
Para que el Calendario Juliano coincidiera con la entrada de las estaciones solares se ampliaron de 12 a 15 los meses del año 45 a.C. Sólo así se pudo corregir el retraso de tres meses que tenía. El año 45 a.C. fue llamado el “Año de la Gran Confusión” por lo largo que fue y porque en realidad pocos sabían con exactitud la fecha. Desde en año siguiente, el 44 a.C., todos los años han sido de 12 meses, pero también con numerosos ajustes como veremos.
Después del asesinato de Julio César, su sucesor Augustus, mandó perfeccionarlo aún más y fue cuando se estableció que el primer mes del año sería enero y el segundo febrero.
Según la historia, Julio César quería que el año nuevo coincidiera con el equinoccio de primavera o con el solsticio de invierno, pero el Senado Romano, que utilizaba tradicionalmente el 1 de Enero como comienzo de su año oficial, se negó e impuso esa fecha como la del comienzo del año. Esa es el origen de que hoy en día nuestro año nuevo comienza en un punto arbitrario de la órbita de la Tierra.
Otro aspecto de este calendario fue que originalmente Febrero tenía 29 días los años normales y 30 los bisiestos. Pero al haber sido los meses del antiguo calendario Quíntilis y Séxtilis renombrados como Julio y Agosto, en honor de Julio César y César Augusto respectivamente, se decidió que el mes de Agosto tuviera 31 días en vez de los 30 que originalmente tenía Séxtilis. Para ello se le quitó un día a Febrero. Para el Senado era muy importante que César Augusto no se considerara inferior a Julio César por lo que “su mes”, debía de tener la misma cantidad de días que “el mes de Julio César”.
Así se responde a la pregunta de por qué Julio y Agosto tienen 31 días.
Otro dato curioso es la nomenclatura del año bisiesto. El año bisiesto se introdujo en el Calendario Juliano, que añadía un día cada cuatro años en febrero, intercalándolo entre los días 23 y 24. Los romanos llamaban al 23 de febrero, “sexto calendas Martii”, es decir, el sexto día antes de marzo, conocido antes como el primer mes del año.
Al copiar de los egipcios el ajuste de un día adicional cada cuatro años, tuvieron que repetir en el último día del año, un día más. Recordemos que Febrero era el último mes y repitieron así su día 23, que era el último día. El “sexto calendas”, por lo que a los años en que se repetía (“bis” en latín) ese día se les llamó “bis sextilis”, que nos dio finalmente el nombre de “bisiesto”.
LA CREACION DE LA ERA CRISTIANA
El Calendario Juliano se siguió utilizando durante varios siglos, pero en el año 527, el trabajo de cálculo de un monje llamado Dionisio Exiguo derivó en una concepción muy distinta de las eras.
Anteriormente las fechas se medían a partir de la fundación de Roma, hacia el siglo VIII a.C., pero el monje dio la pauta para que ahora las eras se marquen antes y después del nacimiento de Cristo.
Dionisio el Exiguo, hizo remontar este suceso hacia el año 754 de la fundación de Roma tras sumar el periodo de reinado de todos los emperadores romanos conocidos. Sin embrago, ésta fecha no concuerda con la fecha del evangelio de San Mateo, que sitúa el nacimiento de Jesús durante el reinado en Judea de Herodes el Grande, muerto en el 750, desde la fundación de Roma, es decir 4 años antes del cómputo fijado por Dionisio.
Hay incertidumbre también respecto del censo hecho por el legado Quirino (cita bíblica en Lucas II, 2), que sería el motivo de la llegada de María y José a Belen; Los historiadores señalan un sólo censo realizado entre los siglos VI y VI d.C., pero otros investigadores católicos sostiene que San Lucas alude a un censo previo que se elaboró entre el año 8 y 6 a.C., durante el viaje a Oriente del mismo Quirino.
Además, se sabe que Dionisio Exiguo también eludió un año porque para entonces no se conocía el número cero, lo cual añade otro error más a la fecha del nacimiento de Cristo.
Como quiera que sea, en el año 607 el Papa Bonifacio IV asumió esta fecha como el nacimiento de Cristo y fijó el día 25 de marzo, fecha de la Anunciación y por tanto de la Encarnación del año 753 del calendario Romano. Luego se cambió al 25 de diciembre para hacerlo coincidir con el calendario romano, que desde el s. III señalaba en este día la celebración del “Día Natal del Sol Invicto”, continuación de la antigua fiesta de Solsticio. Esta connotación solar llevaba en sí la celebración del 25 de Diciembre, por eso fue adoptada por el cristianismo para calificar “luminosamente ” la figura de Cristo.
CALENDARIO GREGORIANO
Pero como dijimos, aún el Calendario Juliano tenía pequeñas imperfecciones. Al durar aproximadamente 11 meses y 14 semanas, más que el año trópico, acumulaba un error de un día cada 128 años.
Para 1477 el equinoccio de primavera se había adelantado al 12 de marzo y a la Iglesia católica le preocupó este error porque afectaba a la celebración de la Pascua de Resurrección y a otras fiestas que dependen de ella.
Así el Papa Gregorio XIII nombró una comisión para revisar el Calendario Juliano de forma que la Pascua continuara coincidiendo en el principio de la primavera. Este ejercicio terminó en un ajuste de grandes dimensiones que fue aceptado por los últimos países ya hasta principios del siglo XX, e incluso hay aún quienes no lo terminan de aceptar completamente.
Luigi Lilio Ghiraldi, un médico de Verona, diseñó el nuevo sistema, apoyado por Cristóbal Clavius (1537-1612) un astrónomo y matemático jesuita, fue quien hizo los cómputos que sirvieron de base.
El papa Gregorio XIII abolió el Calendario Juliano en marzo de 1582, estableció el 1 de Enero como principio del nuevo año y para ajustar los tiempos a la Pascua le acomodó 10 días. En 1583, al viernes 15 de octubre siguió al jueves 4 de octubre. Este ajuste devolvió, el equinoccio vernal al 21 de marzo, fecha en la que el equinoccio se produjo en el año 325 d.C. en que se había reunido el concilio de Niñea, para acordar celebrar la Pascua el primer domingo siguiente a la luna llena ocurrida el 21 de marzo o después de este día.
Una característica importante del Calendario Gregoriano, llamado así por su promulgador, es que el sistema bisextil difiere del seguido por el Calendario Juliano, en el sentido de que los años que terminan un siglo, no son bisiestos a menos que el número de centenas sea divisible exactamente por 400.
Así, los años 2000 y 2400 serán años bisiestos, pero los años 2100 y 2200 no lo serán.
En 400 años se producen por tanto, 97 años bisiestos en lugar de 100.
El Calendario Gregoriano acumula un error de sólo un día en 3 mil 226 años. No sólo por esto, sino porque fue iniciado por un Papa, es que fue adoptado inmediatamente por todos los países católicos y la mayoría de los protestantes, aunque ciertamente algunos se tardaron varios años y hasta siglos.
Inglaterra, por ejemplo, remplazó el Calendario Juliano por el Gregoriano hasta 1752, lo cual generó confusión de fechas en esa época por el uso simultáneo de ambos calendarios. Ese país tuvo que hacer un ajuste: el día siguiente al miércoles 2 de Septiembre de 1752 según el calendario Juliano, fue el jueves 14 de Septiembre de ese mismo año 1752, según el Calendario Gregoriano.
La confusión fue total y aún hoy en día hay fechas que los historiadores no pueden determinar con certeza.
Una de las consecuencias del cambio de calendario, es que aunque tanto Cervantes como Shakespeare murieron el martes 23 de Abril de 1616 en España e Inglaterra, respectivamente, en el caso de Cervantes se aplicaba ya el Calendario Gregoriano, mientras que en el de Shakespeare la fecha corresponde al Calendario Juliano.
Así pues, Shakespeare murió el martes 3 de Mayo de 1616 según el calendario Gregoriano, por lo que no murió el mismo día que Cervantes.
Rusia, probó ambos calendarios entre 1923 y 1940 y al final en 1940 adoptó oficialmente el Calendario Gregoriano. Fue el últimom país que se sumó.
ORIGEN DEL NOMBRE DE LOS MESES
Los nombres de los meses que tenemos actualmente provienen del Calendario Juliano, y su nomenclatura proviene en principio de la mitología romana, de la secuencia de cada mes y de las incrustaciones hechas por el Senado a los meses de Julio y Agosto. Tenemos lo siguiente:
Enero (en latín “Ianuarius”).- El nombre viene de “Jano”, el dios romano de las los comienzos y la apertura de puertas. El 1 de enero, los romanos ofrecían sacrificios a Jano para que diera un buen comienzo al nuevo año. Su símbolo era una cabeza con dos caras, una que miraba al Este y otra que miraba al Oeste, como quien ve el pasado y futuro en un punto de inicio.
Febrero (en latín “Februarius”).- El nombre viene de la palabra latina “februa”, que se refería a los festivales de la purificación que se celebraban durante este mes.
Marzo (en latín “Martius”).- Para los antiguos romanos, esencialmente guerreros, este mes consagrado al dios de la guerra, Marte, era el primero del año, fue con el Calendario Juliano, cuando se estableció que Enero sería el primer mes del año, cuando Marzo pasó a ser el tercero.
Abril (en latín “Aprilis”).- El nombre procede de la palabra latina “aperire” que significa “abrir”. Es probable que los romanos eligieran el nombre de abril porque iniciaba la estación en que la naturaleza se “abría” nuevamente, en referencia al término del invierno.
Mayo (en latín “Maius”).- Tradicionalmente se acepta que debe su nombre a Maia, la diosa romana de la primavera y los cultivos.
Junio (en latín “Iunius”).- Hay principalmente dos versiones sobre la etimología de este mes. Algunos historiadores creen que proviene del nombre de la diosa romana Juno, la diosa del matrimonio.
Otros proponen que el origen del nombre de este mes proviene de la palabra latina “iuniores” (jóvenes) en contraparte de “maiores” (mayores) para el mes de mayo, quedando así los dos meses dedicados a la juventud y a la vejez respectivamente.
Julio (Quíntilis).- Era el quinto mes del año en el calendario romano primitivo y por eso fue llamado “Quintilis”. En ese mes nació Julio César.
Agosto (Sextilis).- originalmente fue llamado “Sextilis” (que quiere decir “sexto”). Se le dio el nombre de Agosto en honor al emperador romano César Octavio Augusto, por lo que ya se explicó antes.
Septiembre (September): Toma su nombre de la palabra latina “septem”, que significa “siete”.
Octubre (October).- Viene del latín “octo”, que significa “ocho”). Octubre era el octavo mes en el antiguo calendario romano.
Noviembre (November).- Entre los romanos era el noveno mes del año (en latín, “novem”).
Diciembre (December): Diciembre era el décimo mes (en latín, “decem”, significa “diez”) en el calendario romano.
Te invitamos a disfrutar un tema adicional sobre los calendarios, cuya autoría es de Alejandra Arreola, de la SAPA.