El que crea en la telequinesis, que levante mi mano.
El mago Randy
Estoy frente a las escaleras de la Pirámide del Sol. La calzada de los muertos, a mi espalda. Una duda existencial me domina: ¿subiré o no? No es lo mismo Los Tres Mosqueteros, que Veinte años después. Subí corriendo por el costado de la Pirámide cuando tenía veinte años. Ahora, ni a gatas me dan ganas.
Así, indeciso y en profunda meditación, empiezo a escuchar voces en diferentes idiomas. El sonido dulce de la ocarina, flauta o silbato precolombino, me envuelve. Con la atmósfera del lugar y el estilo variopinto de los visitantes, el sitio, me llega a parecer una especie de Babel prehispánica. Pocas, muy pocas voces en español. Palabras, frases, adjetivos y expresiones de admiración en alemán, italiano y francés. Las voces en español provienen de dos nativos vendedores de talismanes, cuarzos y otras piedras energizantes que quiero entender son amuletos de la energía cósmica que los paseantes adquieren para cargarse en esa prefigura de toma-corriente gigante que creen se encuentra en la cima de la mole de piedra.
Animado por la enjundia extranjera, oteo el cielo en busca de la posición del Sol. Pronto estará en el cenit. Aspiro profundamente y espero que junto con mi exhalación, del Cosmos desciendan inspiración y fuerza; Nada, no llega nada. Los neutrinos que pudiesen atravesar mi cuerpo no tienen afectación en mí, no cuando menos en lo anímico. En eso, lo que sí llega es una deslumbrante y propedéutica muchacha italiana que desconozco si venía a casarse, pero que permito me preceda. —La motivación en estos casos, siempre será la madre de todos los logros.
Cuando llegué a la cima cual sherpa región 4, ya todos estaban ahí. ¡Madre mía, qué espectáculo! El Circo Atayde era el payasito de la calle comparado con esto. El Sol se acercaba cada vez más y estaba por pasar encima de la Pirámide. La gente, algunos de pie, otros en posición de flor de loto, en pleno éxtasis empezó a gemir. ¡Sí, a gemir! La multitud levanta los brazos para encontrarse con los primeros rayos solares y los ojos de los místicos creyentes de la energía solar y de la buena vibra se cerraron para entrar en una especie de trance lumínico.
El centro de la Pirámide era el lugar más anhelado, pues ahí precisamente, en el piso, la gente tocaba con sus dedos una pequeña pieza de metal de escasos dos centímetros cuadrados, qué con el roce de miles de dedos que la han sobado y pulido, ha adquirido un brillo excepcional. Pues bien, a esa pieza, a esa laminita llamada deseo le han conferido un poder concentrador de energía tal como si fuera la parte principal de una antena monumental qué es la Pirámide.
Tomo fotos de los creyentes, los Credence Clear-Metal Revival. Algunos se quedan más tiempo de lo permitido sobando, cual fetiche, la pieza de metal mientras otros reclaman con un ¡sigo yo!
La ternura me invade qué quieren, soy un profesional de la cursilería. Estaba por decirles que esa pieza de metal en la cima de la pirámide era parte de la tapadera de acero al carbón que alguna vez fue colocada por las autoridades correspondientes para que los borrachos, los drogados y los místicos —o combinación de ambos tres —Fox dixit— no se cayeran al fondo.
Como no hacían caso, pues los visitantes tomando el asa levantaban la tapa una y otra vez, desafiaban la orden de “No se asome aquí”. De una vez por todas, se optó por echar cemento, piedras y eliminando el asa de la tapadera le dieron con el esmeril para que quedara parejo. Qué bien. Pero cuando el ser humano quiere hacer un culto, poco es lo que se requiere. Con el deseo basta y sobra. Total, al fin de cuentas, Teotihuacán es el lugar donde se hacen los dioses. ¿Quién soy yo para desmoronar algo internamente precioso de su alma interior? —Sagan dixit—
El Perpeljo Sideral