Crónica de un viaje no anunciado de Lonnie y el Perplejo.

Por las noches, la bóveda celeste se muestra espectacular. —Miro el cielo del verano que apenas sujetan los clavos de plata de las estrellas—
Teillier dixit

Los ejidatarios de la Zona del Silencio se organizan. Crean un Centro de Atención a Visitantes, con museo, área de campamento, visitas guiadas y observación astronómica.

Antecedentes

“Instituida como Reserva de la Biosfera con la intención de asegurar la supervivencia de las especies que en ella habitan, con especial interés en la Tortuga Llanera o del Bolsón, especie endémica que se encuentra en peligro de extinción, Mapimí fue la primera Área Natural Protegida que se estableció en América Latina dentro del programa de la UNESCO Man and the Biosphere (MAB), por la conservación de sus ecosistemas y los singulares fenómenos naturales que allí ocurren.”

“En el ejido La Flor, municipio de Mapimí, principal puerta de acceso a la Reserva de la Biosfera Mapimí, se ha creado un Centro de Atención a Visitantes que en su primera etapa cuenta con una sala de exposiciones museográficas en donde el turista puede conocer el milenario origen de esta zona.”

El misterio de La Zona del Silencio

Llegamos al ejido La Flor en el desierto, en la famosa Zona del Silencio en el Bolsón de Mapimí en un punto donde convergen los límites de los estados de Chihuahua, Durango y Coahuila, en México. Ni Lonnie ni yo habíamos estado antes en este lugar. Ambos habíamos escuchado acerca del lugar sobre la absorción de energía solar o la existencia de una gran masa magnética en el subsuelo, con lo que se intenta explicar la caída de meteoritos, de los que se han llegado a contar 38 en solamente tres horas —conanp—. La imposibilidad para la recepción o el envío de señales radiales y televisivas; muchas historias de ovnis y de fauna y flora mutante.

Lo que se sabe es que llegaron como Pedro por su casa

Se dice que a principios de la década de los años setentas, un cohete de la NASA, el Athenea, cayó en el Cerro San Ignacio—que se ve desde el ejido La Flor—

Envuelto en actividades muy discretas, un fuerte dispositivo de seguridad y un halo de gran misterio, autoridades estadounidenses enviaron a un grupo de militares que rodeando la zona, contratan nativos, peinan el terreno, recogen y envasan miles de muestras de tierra presuntamente contaminada de material radiactivo, ocasionando rumores de lo más variado que ya se imaginarán ustedes, ¡una verdadera golosina para los buscadores de arcas perdidas y socios que los acompañan!

Después, alguien de un poblado vecino anuncia que no se reciben señales de radio. De ahí en adelante, la leyenda empieza a crecer.

¿Qué pasará, que misterio habrá? Pueden ser nuestras grandes noches, dijeron los abusados oportunistas que cautivan a los adoradores del misterio, lo asombroso y lo fantástico, llámense ovnis, mutaciones, vampiros o chupacabras.

Durante años, los ejidatarios recibieron la visita de cientos de curiosos que fueron llevados en caravanas dirigidos por Maussanes y similares herederos trácalas miembros de esa religión llamada ovnilatría. Tanta orfandad neuronal provocó que nunca hayan dejado nada positivo a la pequeña comunidad que no sea basura, desperdicios, daño al entorno ecológico, trastorno a la biodiversidad y un mal sabor de boca.

La realidad

Cuando llegamos ¡oh desilusión, todo funcionaba! excepto yo, que estuve adormilado todo el camino y no fui un buen copiloto para Lonnie quien tuvo que fletarse 6 horas frente al volante de su vehículo tele transportador.

Al llegar, nos recibe Ernesto Herrera, el líder de los ejidatarios de La Zona del Silencio. El área protegida lo conforman once ejidatarios y cerca de 342,000 hectáreas de desierto.

La familia de Ernesto llegó a la zona alrededor del año 1850. Es decir, su bisabuelo es uno de los fundadores de la pequeña comunidad. Allí nació su abuelo, su padre, él mismo, sus hijos y sus nietos. Y los que faltan. Y nunca, jamás, ninguno de sus ancestros, ni él, ni sus vecinos, ni sus descendientes han visto un platillo volador, ni ha dejado de funcionar la bomba del agua ni el radio, ni la planta eléctrica, a menos que le falle la bujía o le falte gasolina a los artilugios.

Fuimos hospedados en la casa de Ernesto, misma que cuenta con luz eléctrica, una TV y radio. Todo funciona con energía solar, excepto el refrigerador, que opera con gas. En el día, las celdas solares alimentan a una serie de baterías colocadas en la sala principal de la casa y por la noche, ven la novela de las 9 y el noticiero del teacher.

A qué fuimos

Cansados de los vivales, los ejidatarios se organizan y con la ayuda de la CONANP —Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas— deciden hacer ellos mismos un lugar turístico ecológico sideral. Me explico: Deciden aprender de la fauna y la flora del lugar para poder presentar a las visitas la biodiversidad de la zona en un recorrido ya definido por ellos.

“En la actualidad los pobladores de la Reserva explican con detalle a los visitantes las características de los ecosistemas que les rodean y la importancia de su preservación. Capacitados por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, han logrado dar una explicación técnica a los ciclos de vida del desierto con los que han convivido desde siempre y que conocen a detalle.”

También deseaban aprender del cielo

Sentado en mi ventana leyendo un libro de poesía encuentro allí en el cielo un jardín de flores y bosques que dejan escapar sus ramas al espacio exterior.. José Antonio Aguilar

También deseaban aprender del cielo. Por las noches, la bóveda celeste se muestra espectacular. —Miro el cielo del verano que apenas sujetan los clavos de plata de las estrellas—Teillier dixit

Por eso invitaron a Lonnie. Para que les enseñara como usar un telescopio para localizar objetos en el cielo aprovechando la manera en que se presenta allí la bóveda celeste. Aquello fue una fiesta. ¡La gente del desierto vaya que tiene buen humor!

Se instalaron los telescopios y Lonnie dio su explicación del cielo. Fue un agasajo. El papá de Ernesto —de 75 años más o menos— de su versión del cielo como le fue platicada de sus mayores y a todos nos impresiona.

Al día siguiente, me levanté muy temprano ¡antes que los dueños de la casa! y fui a asomarme al potrero. Estuve una hora observando detalladamente a las vacas. Ninguna, pero ninguna, parecía mutante. —dos cuernos, cuatro patas y todo lo demás en su sitio—Recorrí los alrededores de la casa. Todo lo que mi vista alcanza, es desierto. Diviso el cerro San Ignacio, donde dicen que en 1970 cayó el satélite de la NASA, Athenea. Volteo hacia la zona donde habíamos instalado los telescopios la noche anterior y me dirijo hacia allá. Ahí estaban, quietos. Tal vez pueda encontrar alguna señal de que algún alienígeno haya usado los instrumentos para encontrar hormigas y abducirlas.

¿A qué demonios fui yo?

¿Qué a qué fui yo? Bueno, no todo es diversión señores. Alguien debía de trabajar entrevistando a Ernesto. —Ernesto es un cincuentón moreno de ojos cafés, muy vivarachos y finta de revolucionario posmoderno; Presenta una mezcla entre Emiliano Zapata, Pancho Villa y Homero Adams. Ni más ni menos—

En el comedor del anfitrión y acompañados de unas exquisitas viandas —papas a la mexicana, frijoles con queso y requesón hecho en casa, y unas tortillas de harina hechas a mano ¡de 30 centímetros de diámetro!—, le solté unas preguntas: —

Pregunto: —Ernesto, ¿siempre se ha llamado Zona del Silencio? Nop. Mi bisabuelo y mi abuelo decían que no. Un ingeniero de Pemex al ver tal soledad, tal quietud, en medio de la nada dijo: —Oye, que zona tan silenciosa, verdad tú. No pos sí. Ni los radios funcionan. Yo creo que les faltaba batería.

Pregunto: —¿Han visto, tú o tus parientes algo verdaderamente extraño en este lugar? Sí, como no. Un día llegó un señor con cara de oriental que dijo ser maestro de no sé qué. Dijo que requería de nuestro permiso para hacer unos ejercicios de purificación de energía (sic). Empezó como con movimientos de karateca y luego entro en una quietud. Levantaba los brazos dizque para recibir la energía del Sol.

—¿Y tú, qué le decías? ¡Señor, tápese la cabeza, le va a dar una insolación! Yo volteaba pal cielo, como queriendo averiguar, pos ¿qué estará esperando este loco? Aquí, la energía la ocupamos para arrear las vacas, arreglar el potrero, reparar la bomba del agua y sobrevivir.

—Ernesto, antes de organizarse como lo están haciendo ahora, ¿pensaste en hacer algún otro negocio o actividad con los visitantes? ¡Sí, cómo no! La gente que viene está deseosa de que les digamos que pasan cosas raras, extrañas. Quieren oír lo que sea. Pensé en cobrarles nomás pa que me vieran y decirles — “Miren, yo antes de ser secuestrado por los ovnis, era rubio y de ojos azules” pero ahora me tengo que conformar con ser un mutante moreno y de pelo lacio. Ni modo.

Le platiqué a Ernesto del Conde Cagliostro, que fabricaba demonios a domicilio con el fin de que pudiésemos iniciar un próspero negocio y no le pareció mala idea. Casi lo convenzo. En eso estoy…

Hasta la próxima, si antes no soy abducido. Por lo pronto si quieren ver fotos
El Perplejo Sideral.

Para saber más:

1. http://www.foros.gob.mx/read.php?3,101888

2. http://entorno.conanp.gob.mx/notas/not20/barra2001.htm