UNA NOCHE EXTRAÑA PARA LOS MINEROS
Salida a Mina: Noche del 29-30 de noviembre de 2008
Por Alfonso Treviño
La salida del día 29 de noviembre, la última del año 2008, fue una salida singular desde su planeación. Dos semanas atrás, Manuel nos había anunciado que sólo quedaban dos salidas más en este año: la del sábado 22 y la del sábado 29 de noviembre. El comentario se vio acompañado del onomatopéyico sniff, sniff, presagiando el próximo final en nuestra agenda de salidas.
¿A dónde ir? Teníamos dos opciones: la tradicional salida a Mina, no muy gustada por un servidor simplemente por la “empanizada” que se dan nuestras personas y nuestros equipos. Los domingos, después de una salida a Mina, me la paso limpiando mi equipo, pero a pesar de mis esfuerzos la tierra se niega a irse por completo, pues nunca falta el comentario de Pepe en la siguiente: “Ya necesitas darle una limpiadita a tu telescopio”, seguido de una mueca de consternación y asombro de mi parte y un “ …pero si yo lo limpié…”.
La otra opción era Palo Blanco, la reserva ecológica que un grupo de biólogos que trabajan para el gobierno y cuyo instituto en el que laboran —no recuerdo cómo se llama—, tienen la amabilidad de prestarnos, siempre y cuando lo pidamos con tiempo, cosa que Alejandra lo hace puntualmente cuando es la decisión del grupo minero de ir ahí.
Al final nos decidimos por Mina, no sólo para estar acordes con nuestro nombre, sino porque en la última salida a Palo Blanco, a la que no pude asistir por estar en San Antonio, hubo tres quejas:
1. No había luz eléctrica (uno de los puntos a favor de ese lugar, pues los pobres biólogos, en palabras de locutor de noticieros, habían sido víctimas de los amantes de lo ajeno y se habían quedado sin cables).
2. Hubo mucha humedad y los telescopios se empañaron.
3. A pesar de ser un terreno cercado, a diferencia de Mina, en donde estamos expuestos a todo, en Mina nunca hemos tenido, hasta el momento, encuentros cercanos del tercer tipo con alimañas o animales más grandes, cuyos dientes o aguijones pudieran hacernos pasar un mal rato. Sin embargo, siendo Palo Blanco una reserva ecológica, en la última excursión los biólogos les avisaron que habían soltado como 12 víboras y no hay que olvidar el extraño culto que Efraín estaba iniciando con un conjunto de ormigas la primera vez que fuimos a ese lugar.
Total que decidimos Mina y a Mina fuimos. No se hizo la excursión del 22, pues estuvo nublado, pero ese día ya les había avisado que tenía visita de mi familia de San Antonio y que no podría ir, pero esperaba con ansias el 29.
Ya acercándose el 29, los reportes del clima de diversos canales de televisión y servicios meteorológicos eran contradictorios. Algunos pronostican lluvias para el sábado, otros un hermoso sol. Manuel quería cambiar la salida para el viernes 28, porque aparentemente iba a tener mejor clima que el sábado, pero casi nadie podía por causa de su trabajo, por lo que pusimos nuestras esperanzas para el 29.
Llegó el sábado 29 y los anotados (Alejandra, Ivett, Efraín, Javier, José, Luis, Manuel, Rubén y yo, Alfonso) estábamos listos. Habíamos convenido de vernos en la gasolinera que está en la salida a Colombia a eso de las 5 de la tarde. Pepe pasó por mí como al cuarto para las cuatro, llegando al punto de reunión a eso de las 4:45, donde ya estaba Rubén esperándonos.
Pepe y yo nos adelantamos para llegar aún con sol al lugar de observación. En el camino nos llamó Luis, quien ya tenía listo todo para ir, pero como en Monterrey había mucha bruma, tenía duda de que el cielo fuera amable con nosotros en Mina. De hecho, había algunas nubes, pero parte del firmamento estaba despejado. Cuando Pepe le dijo que la noche se veía algo prometedora, nos quedamos con la idea de que Luis nos alcanzaría más tarde.
Llegamos Pepe y yo al lugar y comenzamos a instalar nuestros telescopios: mi LX-90 y su CPC-11. La primera sorpresa de la sesión fue que había olvidado el Autostar (el control remoto de mi telescopio) en mi casa). Como recientemente había tirado mi ya muy dañada caja de cartón en la cual venía mi telescopio de fábrica por un maletín al cual había traspasado mi telescopio, había olvidado guardar el Autostar en el receptáculo correspondiente, por lo cual fui motivo de la carrilla de Pepe toda la noche.
Afortunadamente Pepe traía el Autostar de su ETX, el cual no lo había llevado, y me lo prestó, pero estaba batallando horrores para alinear mi telescopio dado que la versión de software que manejaba el Autostar no era la misma que yo estaba acostumbrado. En eso llegó Rubén y a los pocos minutos llegaron Manuel e Ivett. Manuel me prestó un Autostar extra que traía e igualmente batallé, pero un rato más tarde tenía a Orión en la mira.
El cielo pasaba de estar nublado por lapsos de tiempo a estar despejado. Llegó Javier y todos quienes querían alinear con Polaris no podían, aparecía y desaparecía, recordando aquel chiste en donde Venancio no podía decir si las luces del tren de aterrizaje del avión servían porque “encienden y no encienden”.
Pepe puso su nuevo wedge, pero él también requirió de unos tornillos que no había traído, así que decidió no utilizarlo para la sesión.
La sensación de la noche fue el LX-200 GPS que compró Ivett. Llegó muy feliz a estrenarlo. Todos los hombres presentes nos aprestamos a ayudarle a armarlo, pues el armatoste es un verdadero peso pesado, pero al final quedó bien e Ivett muy contenta, usándolo. Sin embargo, lo principal es que, a diferencia de su ETX, ya no iba a tener el problema de que se lo estuvieran pateando a cada ratito por accidente.
Más tarde llegaron Alejandra y Efraín, quienes montaron su equipo.
Yo inicié mis primeros pasos en la astrofotografía, fotografiando Orión, para lo cual sería injusto no agradecer la ayuda y sugerencias de Manuel. Estaba tan contento con la foto de Orión que grité de júbilo y le di un abrazo a Manuel, siendo el ser humano más próximo con el cual festejar la foto, lo cual ocasionó risas y carrilla, por lo cual rápidamente llamé a Ivett y a Alejandra para que vieran la foto y se olvidaran un rato de la carrilla. Sólo tomé dos fotos de Orión, después tuve problemas con la alineación del telescopio.
Efraín tomó algunas fotos de Sirio con mi filtro de oxígeno y unas muy bonitas fotos de Saturno. Por su lado, Manuel quiso experimentar el drift alignment, pero como Manuel fue “el jamón de todas los sándwiches”, ayudando a todos, no tuvo chanza de hacerlo.
Para la madrugada ya hacía mucho frío y los cafeteros extrañaban que Héctor y su estufita no hubieran ido a la excursión. Pepe traía una estufita y café, pero se metió al carro porque tenía frío y nadie escuchó su ofrecimiento de preparar café que había hecho previamente. Ale también se fue a dormir.
El lugar al que solemos ir en Mina se caracterizaba por no tener tráfico, pero esa noche varias camionetas pasaron, deslumbrándonos con sus luces. Cada vez que pasaba una, pensábamos que era Luis, pero Luis no llegó sino hasta la una de la madrugada, hora a la que los que estábamos despiertos estábamos en semi-animada plática, medio dormidos y medio despiertos. El frío se puso más gacho y nos comenzamos a meter a los carros.
Decidimos quedarnos hasta la salida del sol y de regreso nos fuimos a desayunar al International House of Pancakes o IHOP.
Como pueden darse cuenta, fue una noche de altibajos, pero sin lugar a dudas una noche para recordar por los éxitos que tuvimos, las anécdotas cómicas y la camaradería de la que todos participamos.
Hasta la próxima
Alfonso Treviño
Sociedad Astronómica del Planetario Alfa