Millones de personas se han puesto, se ponen, y parece ser, se pondrán, en manos de adivinos, hechiceros, astrólogos, brujos y ahora, abducidos, para que les hagan su “carta astral” y les adivinen el futuro. Hombres y mujeres brillantes ó no, creen en “algo” y si ese algo es misterioso, mejor; Así es: príncipes y plebeyos, cultos y legos, gobernantes y gobernados, pobres y ricos caen subyugados por el deseo de conocer el futuro.
Los individuos con “poderes especiales”, excéntricos, charlatanes, —Del it. Cirlatano, que charlan mucho y sin sustancia—, magos, parasicólogos, metafísicos, ufólogos, atraen a gran número de seguidores. Según se dice hay tipos capaces de proyectar el “campo de energía del universo”, desde su cuerpo para cambiar la estructura molecular de un producto químico a dos mil kilómetros de distancia.
Algo en lo que primero creyó el hombre fue en las piedras, por las formas caprichosas de algunas de ellas; Con el paso del tiempo, la cuestión se fue sofisticando: Ya no era creer en una piedra, sino en quién podía darle poder a esa piedra.
A los seres humanos de la antigüedad (y a los modernos también) el estar en esta parcela de materia, tiempo y espacio, les ha resultado muy tentador no creer que hay algo que tiene la energía suficiente para influir en sus vidas. Y sabemos que desde tiempos inmemoriales el hombre ha deseado dar respuesta a sus interrogantes existenciales y como no ha tenido una respuesta que lo satisfaga, ha decidido hacer dioses de toda aquella manifestación de energía, o bien, de todo aquello que se le antoja pudiese complacer su necesidad de creer en algo. Volteó al cielo he hizo dios al sol, a las estrellas, a la luna, al viento, a la lluvia, a las aves, al relámpago, al trueno.
En los Estados Unidos, los psíquicos, venden sus servicios en largos anuncios de televisión. Tienen su canal propio, el Psichic Friends Network, con un millón de abonados anuales que lo usan como guía en su vida cotidiana. Hay una especie de astrólogo–adivino-psíquico dispuesto a aconsejar a altos ejecutivos de grandes corporaciones, analistas financieros, abogados y banqueros sobre cualquier tema.
El cielo, y en particular el sol, han cautivado al hombre y le ha atribuido poderes divinos. Los caldeos llamaban al sol Baal, los cananeos Moloch, los moabitas Beelpeor, los fenicios Adonis, los egipcios lo conocían como Osiris y también como Rah, era Mithras para los persas y Dionius para los hindúes.
En las culturas mesoamericanas el culto al sol fue una constante: Los aztecas, incas, mayas y otomíes tenían el culto al sol como religión oficial. Incluso, la misma celebración de la navidad esta basada en una original fiesta de culto al sol. [1]
En la actualidad la cuestión no ha cambiado mucho. El culto hoy en día dedicado al sol, a los astros y al cosmos es variado. Por si fuera poco, también han proliferado grupos aficionados a los extraterrestres y a sus poderosas naves.
Los antiguos creían que solo Dios era capaz de conocer el futuro. De esta creencia surgió la palabra adivinar (de origen divino). Si la presencia divina tiene conocimiento del futuro y ese conocimiento fuera provechoso para el hombre, ¿qué podría impedir a la divinidad que lo revelara a los seres terrestres que más se le parecen por sus dotes intelectuales y morales?
Actualmente, el fascinante mundo mágico de los egipcios tiene nivel cúltico. De hecho siempre lo ha tenido; Miles de hombres y mujeres se sienten fascinados por todo lo egipcio; arte, magia, arquitectura, artilugios, símbolos, cruces, nombres, jeroglíficos, momias, tumbas y mitología egipcia ha cautivado por siglos a los seres humanos. Es increíble la colección de objetos relacionados con el mundo egipcio que es objeto de búsqueda por sus miles de fans; Hubo incluso un tiempo que las momias fueron “molidas” para ser diluidas en brebajes que creían darían poder al que los ingería.
Los egipcios tenían una cosmogonía muy particular, misma que hoy asombra. Grandes conocedores de las matemáticas y del comportamiento de los astros, lograron establecer cálculos que se antojan increíbles que se hayan determinado hace 5000 años.
La representación misma del cielo que tenían aún intriga. Se afirma que el Duat, el cielo egipcio en la tierra, era precisamente el valle del Nilo; Las tres pirámides de Giza representaban al Cinturón de Orión; La Esfinge correspondía a la constelación de Leo y el río Nilo a la Vía Láctea.
La Gran Pirámide de Keops, testimonia los conocimientos astronómicos de los egipcios: sus cuatro caras se hallan perfectamente orientadas a los puntos cardinales, la inclinación del acceso a la cámara funeraria tiene 26018´10”, orientación que corresponde al polo celeste de entonces, el cual se encontraba en las cercanías de la estrella Alfa Dragonis —Thuban— de la constelación del Dragón.
Se estima que los egipcios adoptaron un calendario basado en el año solar de 365 días, modificado al tener en cuenta el nacimiento heliaco de Sirio. Según Cicerón, descubrieron que Mercurio y Venus se mueven en torno al Sol. A los egipcios se les debe el nombre de los siete días de la semana [2].
Los egipcios consideraban que los hombres se encontrarían con la energía cósmica una vez que estos despertaran de la muerte. Por esta razón, los faraones eran depositados en las tumbas piramidales —concentradoras de energía— y orientados a la estrella alfa de la constelación del Dragón, con el fin de que al momento de despertar, la energía estuviera en perfecta alineación con ellos. Como sabemos, la luz es energía y esta se manifiesta en todo el universo y los egipcios se sentían parte de ella.
Esta historia continuará…
[1] El imperio romano celebraba el día 25 de Diciembre con una fiesta decretada por el emperador Aureliano llamada “Nacimiento del sol invencible”. Se trataba de una gran fiesta muy alegre y popular. Esto viene porque el hombre primitivo adoraba y rendía culto al Sol, veía que, al acercarse el otoño y, especialmente, el mes de Diciembre se acortaban los días y temía que el sol fuera vencido por las tinieblas de la noche. Pero, justamente, ocurría lo contrario, al llegar el solsticio del invierno, nuevamente el sol se alzaba grandioso e invencible iluminando la tierra. De este modo, poco a poco, va creciendo, majestuoso, en fuerza, en luz y calor. A esto se llamaba la gran fiesta del sol invencible. http://www.episcopado.cl/cech/temas/reflexiones/navidad_ec.html
[2] Isabel Ferro Ramos, Diccionario de Astronomía, Fondo de Cultura Económica, 1999.