Es una posibilidad muy remota.

Tendría que haber la injerencia de un cuerpo extraño que ocasionara una perturbación gravitacional de grandes alcances para que un planeta pudiera abandonar su órbita e impactarse con otro.

Fuera de esto, no existe motivo alguno por el cual dos planetas puedan chocar, al encontrarse cada uno de ellos en una ruta orbital bien definida.  Mucho más probables son los impactos de cuerpos menores del Sistema Solar, tales como asteroides o cometas, con planetas.

Tal experiencia y muy afortunada para nuestra generación, ocurrió y fue posible observarla en julio de 1994 cuando el Cometa Shoemaker-Levy 9, fragmentado en 21 partes, penetró la atmósfera del planeta Júpiter, habiendo sido posible registrar los efectos del fenómeno.

Hay que recordar que nuestro Sistema Solar tiene una edad próxima a los 5 mil millones de años. En el principio, durante su formación, los fenómenos de impactos deben haber sido mucho más frecuentes.